31/1/08

Falso destino

¿Adónde ir si de la noche a la mañana se desea alcanzar lo incomparable, lo fabulosamente diverso? La cosa estaba clara. ¿Qué estaba haciendo allí? Se había equivocado. Era allí abajo adonde había querido ir. Y no tardó en enmendar el falso destino. A la semana y media de su llegada a la isla, entre las brumas matinales, una veloz lancha lo condujo, a él con su equipaje, al puerto militar, donde sólo bajó a tierra para subir acto seguido a una pasarela y pisar la húmeda cubierta de un barco que se disponía a zarpar rumbo a Venecia.

Thomas Mann

20/1/08

Basta de príncipe azul


Tengo una amiga que ha elaborado una original teoría sobre las relaciones personales. Según ella, cometemos el error de intentar encontrar nuestra media naranja –quimera cada vez más inalcanzable–, cuando lo que debemos procurarnos es el monstruo de Frankenstein. Dicho así suena friky, pero la teoría tiene su punto, de modo que voy a intentar explicarla. Mi amiga dice que nos pasamos la vida soñando con la persona perfecta, esa con la que compartir todas las parcelas de la vida: el sexo, las aficiones, los proyectos, que además sea nuestra mejor consejera y nuestro paño de lágrimas cuando vengan mal dadas. Lo malo es que tal dechado de virtudes no existe; pues el que es una fiera en la cama es también un ojo alegre que corre detrás de todo lo que lleve faldas. Aquel que parece nuestra alma gemela, porque le gusta tanto Oscar Wilde como Pink Floyd, es un vago de siete suelas al que le molesta nuestro éxito profesional. Y, por fin, el santo que aguanta todas nuestras neuras, nos ama con indesmayable pasión y mataría por nosotros es más aburrido que chupar un clavo y soporífero como el Valium. «Seamos realistas –dice mi amiga–, esto es lo que hay y más vale no hacerse películas. Para colmo, resulta que la mayoría de nosotras/os (la teoría es válida para hombres y mujeres) sabe todo esto de sobra, pero ahí es donde entra el `engaño Stendhal´.» «¿Y qué es eso?», pregunté yo, interesadísima. «Ya sabes», respondió mi amiga. «La inefable teoría de la cristalización. Dice Stendhal que cuando uno se enamora, se produce el mismo fenómeno que cuando se arroja un tronco seco a una mina de sal. La sal recama el tronco de bellísimos cristales que nos hacen ver como una joya lo que no es más que una rama vieja. Pasado el enamoramiento, se acaba la cristalización y volvemos a ver el tronco tal como es. En otras palabras, la persona que amamos no tiene ni la mitad de las virtudes que le atribuimos y más pronto que tarde empiezan a notarse sus carencias. A medida que nos vamos haciendo viejos, afortunadamente, seguimos enamorándonos, pero ya sabemos que todo es una idealización, de modo que cada vez resulta más difícil encontrar alguien potable. Entonces es cuando se hace necesario recurrir al doctor Frankestein.» Acto seguido, me explicó que la solución es crear un monstruo con trozos de personas hasta formar la media naranja ideal. «Evidentemente no se trata de descuartizar a nadie, sino de procurarse una persona como pareja estable, otra con quien compartir inquietudes intelectuales, una tercera para las confidencias más íntimas y hasta una cuarta para la cama, si es menester. Además, con este sistema se acabaron las neuras existenciales porque lo que no te da uno te lo da otro, ¿comprendes?»

Carmen Posadas

14/1/08

Más sensibles

Las mujeres se han conquistado a sí mismas como sujetos sociales, produciendo una importante ruptura respecto a su rol exclusivo. Las posibilidades de elección se han ampliado para ellas, consecuentemente con la igualdad de oportunidades. No obstante, por el momento no hay tabla rasa. En la vida afectiva las mujeres son más sensibles que los hombres a las palabras, a las demostraciones de amor con sus decepciones y frustraciones. Como dice Charo Altable «las mujeres, cuando hablamos de amor, hablamos de nosotras mismas aun no queriendo, y los hombres no hablan de ellos aun no queriendo». También fantasean más y acusan a los hombres de protegerse, de huir, de no entregarse plenamente, aunque hay quien afirma que parte de la razón por la que se contempla a los hombres como menos amorosos es debido a que su comportamiento se mide por un rasero femenino.

Carmen Alborch

10/1/08

¡Pierde la cabeza!

El amor es pasión, obsesión, no poder vivir sin alguien. ¡Pierde la cabeza! Encuentra a alguien a quien amar como loca y que te ame de igual manera. ¿Cómo encontrarlo?, pues... olvida el intelecto y escucha al corazón. No oigo ese corazón. Porque lo cierto es que vivir sin eso no tiene sentido alguno. Llegar a viejo sin haberse enamorado de verdad, en fin, es como no haber vivido. Tienes que intentarlo porque si no lo intentas, no habrás vivido.

¿Conoces a Joe Black?

7/1/08

Los años

-Ya sé. Se tenga la edad que se tenga, los años siempre son un estorbo.

Luisa se enfrentó a los ojos eternos de Cósimo Herrera.
-Al contrario. Son la excusa que usamos para no hacer aquellas cosas de las que
no somos capaces.

Demasiado tarde él la entendió. De un sólo golpe lo comprendió todo. Luisa seguía frente a él, mirándole con el aire un poco suficiente del que sabe que ya lo tiene todo perdido, con el aire del que ya no puede esperar nada y aguarda sólo una reacción porque es demasiado tarde para obtener una respuesta. Él la miró también, buscando la forma de salir del desconcierto, y cada vez la veía con más claridad en sus preguntas, en sus dudas, en la plenitud dolorosa y lejana de sus veinte años. Hubiera querido decir algo, pero se dio cuenta de que ella no quería que dijera nada. Siguió mirándola mucho tiempo, vio como los ojos de Luisa se llenaban de lágrimas y cómo ella no hacía nada por disimular que estaba llorando. Hubiera podido quedarse contra la pared, hubiera podido marcharse balbuceando un adiós y dejarle, solo y perplejo, con sus libros y las cuatro paredes de aquella casa, pero Luisa del Amo no lo hizo. Se quedó allí, rindiéndole sus armas, haciéndole testigo de aquella claudicación en la hora final, revelando el secreto que había guardado para sí todos aquellos meses, y Cósimo Herrera descubrió entonces cuánto valor había en cada una de aquellas lágrimas.

Marta Rivera de la Cruz

5/1/08

Una artista


Nadie mentía como Blanca, nadie poseía el don de convertir en fascinante una historia con la habilidad con la que ella lo hacía. Cualquier cosa, la que fuera, se convertía en nueva en sus labios. Sabía pedir prendas y buenos precios a cambio de las historias, y las empleaba con destreza como armas de seducción.

Blanca había sido una artista en el sentido más habitual de la palabra. Ella sí vestía de negro, buscaba collares hechos con huesos, hilos y conchas, se había agujereado varias veces las orejas y sus cambios de humor resultaban asombrosos.

Cuando se lo proponía, podía resultar turbadora.

Espido Freire

3/1/08

Personalidades peculiares

Cuando era más joven y más vulnerable, mi padre me dio un consejo en el que no he dejado de pensar desde entonces.

«Siempre que sientas deseos de criticar a alguien», me dijo, «recuerda que no a todo el mundo se le han dado tantas facilidades como a ti».

Eso fue lo único que dijo, pero como siempre nos lo hemos contado todo sin renunciar por ello a la discreción, comprendí que su frase encerraba un significado más amplio. El resultado es que tiendo a no juzgar a nadie, costumbre que ha hecho que me relacione con muchas personas interesantes y me ha convertido también en víctima de bastantes pelmazos inveterados. Las personalidades peculiares descubren en seguida esa cualidad y se aferran a ella cuando la encuentran en un ser humano normal.

Franzis Scott Fitzgerald