20/5/07

Rabia

La rabia, como una bola gorda e irresistible que se le hubiera encallado en la garganta, se adueñó de ella. Le pegó un puntapié a la alfombra pequeña que había al lado de la cama, que fue a parar, encogida, polvorienta, carmesí, al otro lado de la pared. La miró con la cara crispada, con ira. Hubiera pateado todos los muebles de la habitación. La zapatilla de paño, grande, deformada, se le había salido del pie y tuvo que ir a recogerla.

Se sentó en el borde de la cama con el pecho palpitante. Algo hervía dentro, algo que quería enfriar porque le resultaba incómodo, molesto. Se sentó con los brazos cruzados, apretados, hasta que le dolieron. Sin saber qué hacer. Con la vaga impresión de que alguien le había encerrado y de que tenía que buscar un resquicio, una abertura cualquiera para escapar.

Concha Alós