2/10/07

Condena

Alguna vez había oído decir que en París funcionaron durante un tiempo unos burdeles para mujer. Que tuvieron que cerrarlos porque sólo iban las prostitutas. Que la idea de comprar el placer no se avenía con la psicología de la mujer, porque la mujer quiere ser comprada, mandada, enajenada.

Y ella pensaba que debería existir esa costumbre, ese acuerdo con la sociedad. Bastante sujeta estaba la hembra humana a ese ser fatuo que se considera superior y dicta leyes. Además, tiene que andar persiguiéndolo, comiéndose el orgullo, para acostarse con él.

Iba a hacerse de noche. Un día más. Y su condena no tenía fin. No tenía marcada una fecha con el final. Si así fuera, ella iría apuntando en un calendario cada día que pasara, lo suprimiría poniéndole una gran aspa roja, ancha.

Concha Alós