11/6/07

María


María contemplaba el mar del norte que un viento frío erizaba y que iluminaba un sol sutil, mientras el cielo se deshacía interminablemente en lluvia, como sus propios ojos amenazaban deshacerse en lágrimas. Aquella sucesión de infinitos matices de verde (la tierra) y de gris (el cielo) le recordaban a los ojos de Grahame, los mismos ojos que cruzaron con los suyos aquella mirada desolada. Una vez más, María había preferido poner tierra de por medio ante una situación que le desbordaba. Imposible explicar por qué lloraba tanto, a quién echaba en realidad de menos, si a Grahame, o a Miguel, o a Lilian, o a Andy, o a la María presuntamente feliz, de una complacencia ignorante y bovina, que había sido apenas seis meses antes, cuando la vida era tibia y plana, sosegada, y cada día, en su beatitud, parecía idéntico al anterior y al siguiente.

El mar, esa llanura inmensa y móvil, contenía millones de billones de trillones de pequeños organismos que habitaban en él, como dentro de María convivían infinitas Marías que componían todo el espectro definible de personalidades femeninas. No se aburrió ni un sólo momento, a solas consigo misma, o con sus nosotras, los ojos invadidos del reflejo del mar, inacabable. Pasó allí dos noches, jugó con las gaviotas, contempló los juegos de las focas, y, por fin, se decidió a volver.

Lucía Etxebarria

Verás, papá

– Verás, papá, este verano voy a cumplir diecisiete años…– intentaba improvisar, pero él echó una ojeada a su reloj y, como de costumbre, no me dejó terminar.

Uno, si quieres dinero, no hay dinero, no sé en qué coño os lo gastáis. Dos, si te quieres ir en julio a Inglaterra a mejorar tu inglés, me parece muy bien, y a ver si convences a tu hermana para que se vaya contigo, estoy deseando que me dejéis en paz de una vez. Tres, si vas a suspender más de dos asignaturas, este verano te quedas estudiando en Madrid, lo siento. Cuatro, si te quieres sacar el carnet de conducir, te compro un coche en cuanto cumplas dieciocho, con la condición de que, a partir de ahora, seas tú la que pasee a tu madre. Cinco, si te has hecho del Partido Comunista, estás automáticamente desheredada desde este mismo momento. Seis, si lo que quieres es casarte, te lo prohíbo porque eres muy jóven y harías una tontería. Siete, si insistes a pesar de todo, porque estás segura de haber encontrado el amor de tu vida y si no te dejo casarte te suicidarás, primero me negaré aunque posiblemente, dentro de un año, o a lo mejor hasta dos, termine apoyándote sólo para perderte de vista. Ocho, si has tenido la sensatez, que lo dudo, de buscarte un novio que te convenga aquí en Madrid, puede subir a casa cuando quiera, preferiblemente en mis ausencias. Nueve, si lo que pretendes es llegar más tarde por las noches, no te dejo, las once y media ya están bien para dos micos como vosotras. Y diez, si quieres tomar la píldora, me parece cojonudo, pero que no se entere tu madre.


Almudena Grandes