27/9/07

Hasta el alba

Cuando no expresaba mis estrategias en rimas ridículas, entonces desenfrenaba el lápiz e imaginaba nuestros cuerpos a punto de caramelo, amelcochados, recostados en un muro del castillo de La Punta, como es de suponer mordiéndonos y devorándonos hasta el alba; al instante rectificaba y cambiaba la palabra alba por una hora más precisa, la una de la madrugada, por ejemplo, que era el tope de permiso paterno, aunque llegar a las tantas siempre me valía una semana de castigo, prohibido el repaso de Física, ya que sacar baja nota en esa asignatura (era un secreto a voces para cualquier familia) se había convertido en el recurso ideal para huir de casa. O en un impulso novelero describía nuestras siluetas iluminadas por la luz de la luna, revolcadas en el matorral de alguna represa distante, o bañadas por las olas; o igual nos calificaba de sombras grasientas y empegostadas de pomada doradora y arena en las playas del Este.

Zoé Valdés