10/10/07

Manos

El temblor metálico es sólo de las flores. Manos que sacan y meten, dedos firmes y acrobáticos, manos sin nudos, manos mucho más jóvenes que la cara. El bisbiseo menudo es de las alas de los insectos. Manos con dedos largos, manos de frágiles facciones que hacen ejercicios de despertar, uno, dos, se abren y cierran, cien, francamente, mamá, que podrían haber tocado el piano, es tu marido, mamá, deberías venir, el arpa, el violín. Aquello que arde en los árboles es la brisa del viento. Manos que se baten, que huelen, que oyen, que piensan y suspiran, que sufren en la oscuridad, que meten y sacan, sacan y sacan, un reloj inglés, un espejito de plata, manos de porcelana que ni siquiera tiemblan al hablar, pálidas, hermosas, suaves, manos de niña, manos que sujetan un bolso de piel, un collar de nácar, manos ausentes sobre un regazo en el jardín. Manos que albergan una memoria y gritan:


–No voy.


Cristina Sánchez-Andrade