19/6/07

Amor

Cuando te enamoras locamente, en los primeros momentos de la pasión, estás tan lleno de vida que la muerte no existe. Al amar eres eterno. Porque la pasión es el mayor invento de nuestras existencias inventadas, la sombra de una sombra, el durmiente que sueña que está soñando. Es como bailar con alguien un vals muy complicado y bailarlo perfecto. Giras y giras en brazos de tu pareja, trenzando intrincados y hermosísimos pasos con los pies alados; y resuena la música en tus oídos, y el mundo es un chisporroteo de arañas de cristal y candelabros de plata, de sendas relucientes y zapatos lustrosos, el mundo es una vorágine de brillos y tu baile está rozando la más completa belleza, una vuelta y otra y continúas sin romper el compás, es prodigioso, con lo mucho que temes perder el ritmo, pisar a tu pareja, ser una vez más torpe y humana; pero logras seguir un paso más, y otro y tal vez otro, volando entre los brazos de tu propia locura. Cuando amas apasionadamente tienes la sensación de que, al instante siguiente, vas a conseguir compenetrarte hasta tal punto con el amado que os convertiréis en uno solo; es decir, intuyes que está a tu alcance el éxtasis de la unión total, la belleza absoluta del amor verdadero. Cuando estás sumido en una pasión, vives obsesionado por la persona amada hasta el punto de que todo el día estás pensando en ella; te lavas los dientes y ves flotando su rostro en el espejo, vas conduciendo y te confundes de calle porque estás obnubilado con su recuerdo, intentas dormirte por las noches y en vez de deslizarte hacia el interior del sueño caes en los brazos imaginarios de tu amado. Yo también he sentido la furiosa llamada de esa pulsión. Es estar habitado por un revoltijo de fantasías, a veces perezosas como las lentas ensoñaciones de una siesta estival,a veces agitadas y enfebrecidas como el delirio de un loco. Es nuestro pecado original. Tal vez la sensación de inmortalidad que sentimos cuando amamos sea un truco orgánico. Esa habilidad nuestra para complicarlo todo. Ese tipo de cosas suceden todo el rato.


Rosa Montero