18/6/07

Embustera

En la elección de tu madre seguramente tenía que ver la nueva libertad de las costumbres, pero también había la huella de alguna otra cosa. ¿Cuántas cosas sabemos de cómo funciona la mente? Muchas, pero no todas. ¿Quién puede entonces decir si ella, en algún oscuro rincón de su inconsciente, no había intuido que el hombre que estaba con ella no era su padre? Muchas inquietudes, muchas inestabilidades, ¿no provendrían acaso de eso? Mientras fue pequeña, mientras fue una muchacha, una adolescente, nunca me planteé esa pregunta, la ficción dentro de la que yo la había hecho crecer era perfecta. Pero cuando regresó de aquel viaje con una panza de tres meses, entonces todo volvió a mi mente. No se puede huir de las falsedades, de las mentiras. O, mejor dicho, se puede huir durante algún tiempo, pero después, cuando menos te lo esperas, vuelven a aflorar, ya no dóciles como en el momento en que las dijiste, aparentemente inofensivas, no; durante el período de alejamiento se han convertido en monstruos horribles, en ogros que todo lo devoran. Las descubres y, un segundo después, te atropellan, te devoran y, contigo, todo lo que te rodea, con una avidez tremenda. Un día, cuando tenías diez años, volviste de la escuela llorando. «¡Embustera!», me dijiste, e inmediatamente te encerraste en tu habitación. Habías descubierto la mentira de aquel cuento.

Embustera podría ser el título de mi autobiografía. Desde que nací sólo he dicho una mentira.

Con ella he destruido tres vidas.

Susanna Tamaro

3 comentarios:

Bohdi dijo...

Es cierto, no se puede escapar de las mentiras. Poco a poco se vuelven contra tí y no te sales de rositas.
Eh, que blog más chulo!

Roberto Leal dijo...

es lo que tiene mentir, eso no se debe hacer nunca... ya he subido mi primer comentario!!!

bydiox dijo...

No conocía el texto, pero está bien.
^^

Un saludo... desde el otro lado