Había dos mujeres en Teresa: la que recibía a Regina y Albert y conversaba con ellos en la sala de estar que daba al patio, la única habitación dotada de luz natural, y la que compartía el verano con Regina. Las dos tenían en común un fondo de tristeza. La primera parecía caminar sobre arenas movedizas y pasaba de la locuacidad a un malhumorado silencio, de la risa a la melancolía; pero a Regina le daba la impresión de que estaba realmente allí, avanzando con ellos hacia el inevitable final de la tarde. La otra Teresa, en cambio, la que se quedaba a solas con Regina, no experimentaba altibajos y cuidaba de ella con serena atención, pero se comportaba como si estuviera ausente. Algunas monjas de su colegio actuaban así, ejecutaban tareas sin desmayo mientras pensaban en otra cosa, en Dios, decían, nosotras pensamos en Dios a todas horas. Regina no sabía explicarse qué clase de Dios podía absorber la mente de Teresa, que no era creyente y a menudo discutía sobre religión con su padre. Para ella no había otro paraíso ni otro infierno que los que encontramos en este mundo.
4/7/07
Dos mujeres
Maruja Torres
Publicado por
Tere Vilas
en
00:08
Etiquetas: hablan por mí
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1 comentario:
Hola Guapa, Maruja Torres.
Hoy hablas de esa "dualidad" de la persona y haces referencia a través de los escritos de maruja...
del paraiso, del infierno, de lo descontrolado de lo trankilo y sin altibajos...
Para mi no hay blancos y negros, simplemente no me fijo en los colores.Una cosa que sí quiero comentar, hay una Silvia que sale en alguna situación que es un personaje, intento eliminarla de mi vida... Creo que lo conseguiré... Hoy creo además que puede que haya mas de una que cumple un papel determinado... Las voy a eliminar.
Tere se te echó mucho de menos guapa!
n-a-s-a
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